Al despertar, los sueños todavía
retienen la conciencia vagamente,
apresan la memoria entre sus formas
difusas y volátiles y leves.
Aquí, frente al cadáver, las plegarias
monótonas y tristes se suceden,
esgrafían las lágrimas los rostros,
el silencio cincela unos claveles.
Y nosotros, difusos en el sueño
del muerto, le pedimos que nos sueñe
todavía un instante para así
poderlo retener, evanescentes.
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