He
aquí un ejercicio radical del lenguaje, en su doble sentido: en lo
que tiene de extremo o, podríamos decir, experimental; y en lo que
tiene de raíz, esto es, de palabra enraizada en lo profundo del
subconsciente, aún no aflorada al oxígeno exterior de la
consciencia. Se trata más de expresar(se) con absoluta libertad que
de significar, puesto que para la poeta significar se erige como un
acto ¿imposible? ¿irrelevante?
“adentrarse en el mar vacío. acariciar. lo que seca
la
palabra. hurgar en el mar. vaciado. como una
imagen.
hurgar el fondo. y no decir”.
Hubo
un tiempo en que el mar de Aral, en Asia, era uno de los mayores
lagos del mundo; en la actualidad –y en gran parte por la acción
del ser humano– se ha ido desecando hasta transformarse en
desierto. Y ya en este poema, casi al comienzo del libro, se nos
revela una de las claves con las que la poeta ha afrontado la
escritura y nosotros debemos acoger la lectura: se trata de
enfrentarse a la inmensidad, de convertir lo real en imagen,
asumiendo la incapacidad para decir al tiempo que esa incapacidad
para decir se hace a su vez imagen, metáfora, en la imposible
sintaxis. No se trata tanto de renunciar a algo –ahí está el
esfuerzo de adentrarse, de acariciar, de hurgar el fondo– cuanto de
asumir una condición. Observemos esa cursiva que dentro de la misma
palabra "imagen" hace estallar la sílaba “gen”,
amplificando su significado para, creo yo y puedo estar equivocado,
ofrecernos una síntesis de la condición humana.
“mar
labrado a medida
del
cáliz”
nos
dice un poco más adelante. Es una poderosa imagen, que evoca en la
memoria aquel niño a quien Agustín de Hipona sorprendió intentando
introducir el mar dentro de un agujero de arena en la playa. ¡Y hay
tantas resonancias de dolor, y tantas de sacrificio, y de salvación,
en la palabra “cáliz”!
A
través de las diversas secciones, fraccionadas fundamentalmente en
once poemas cada una (un homenaje interno a la colección Once de Amargord que edita el poemario); a través, digo, de los
diversos “Cuadernos de Lara” (¿Aral en sentido inverso?), de los
“11 pecios para un nudo” y del “Cuaderno del vaciado o de cómo
eliminar comas y paréntesis”, Sonia Bueno va creando relaciones
que surgen, aleatoria o azarosamente, de las palabras: de sus sonidos,
de sus morfemas, de sus identidades, de sus semejanzas o contrastes.
Todo queda reducido a la palabra, esto es, al significado del que
nosotros dotemos, de nuevo, a cada palabra. Así,
como cualquier otra,
“la
distancia no es más que una palabra”
Y
por eso aquí, en estas páginas, el lenguaje se transforma en
libertad interior y en conquista, en dificultad y en redifinición,
en creación de un mundo propio en donde, sin embargo, quienes
habitamos somos nosotros y no ella puesto que todo queda sometido a la
personal relación de cada quien con el lenguaje. Porque lo que nos propone
Sonia Bueno es que juguemos sin reglas con esa estructura espiritual que es el lenguaje, liberándonos
de los manidos significados con los que el uso cotidiano esclaviza y
reduce a las palabras. ¿Que dinamitar los significados dentro
de los significantes puede volvernos incomprensibles? Así es, desde
luego, pero quizá porque nadie se comprende a sí mismo totalmente
(“hay algo en el hombre que ignora aun el mismo espíritu que
habita dentro de él” – otra vez Agustín de Hipona). Aunque es preciso señalar que existe cierta
imposibilidad en la imposibilidad –cierta imposibilidad de no significar en la imposibilidad de significar– puesto que como nos enseña la
fábula de Midas, aquí aplicada como a tantas otras situaciones, el oro del lenguaje transforma en significado todo
aquello que toca.
Aral
ilustra lo que Antonio Méndez Rubio, quien por cierto firma la nota
introductoria, expone en su reciente libro de ensayos Abierto por Obras: “En virtud de la
energía magnética que las separa y las une, las palabras se enlazan
entonces buscando formas de salir del aislamiento, buscándose unas a
otras (…) A través del hacer-poesía
(tanto en la escritura como en la lectura) la libertad y la vida
aprenden a inventarse de nuevo de un modo microscópico, biopolítico,
casi subliminal. La poesía deja aquí de confundirse sin más con la
literatura para traspasar los límites del lenguaje estándar, de la
gramática, y explorar a ciegas otros vínculos con el mundo”.
Traspasar los límites del lenguaje. Explorar los vínculos.
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