lunes, 30 de mayo de 2016

"Aral", de Sonia Bueno




He aquí un ejercicio radical del lenguaje, en su doble sentido: en lo que tiene de extremo o, podríamos decir, experimental; y en lo que tiene de raíz, esto es, de palabra enraizada en lo profundo del subconsciente, aún no aflorada al oxígeno exterior de la consciencia. Se trata más de expresar(se) con absoluta libertad que de significar, puesto que para la poeta significar se erige como un acto ¿imposible? ¿irrelevante?

“adentrarse en el mar vacío. acariciar. lo que seca
la palabra. hurgar en el mar. vaciado. como una
imagen. hurgar el fondo. y no decir”.

Hubo un tiempo en que el mar de Aral, en Asia, era uno de los mayores lagos del mundo; en la actualidad –y en gran parte por la acción del ser humano– se ha ido desecando hasta transformarse en desierto. Y ya en este poema, casi al comienzo del libro, se nos revela una de las claves con las que la poeta ha afrontado la escritura y nosotros debemos acoger la lectura: se trata de enfrentarse a la inmensidad, de convertir lo real en imagen, asumiendo la incapacidad para decir al tiempo que esa incapacidad para decir se hace a su vez imagen, metáfora, en la imposible sintaxis. No se trata tanto de renunciar a algo –ahí está el esfuerzo de adentrarse, de acariciar, de hurgar el fondo– cuanto de asumir una condición. Observemos esa cursiva que dentro de la misma palabra "imagen" hace estallar la sílaba “gen”, amplificando su significado para, creo yo y puedo estar equivocado, ofrecernos una síntesis de la condición humana.

mar labrado a medida
del cáliz”

nos dice un poco más adelante. Es una poderosa imagen, que evoca en la memoria aquel niño a quien Agustín de Hipona sorprendió intentando introducir el mar dentro de un agujero de arena en la playa. ¡Y hay tantas resonancias de dolor, y tantas de sacrificio, y de salvación, en la palabra “cáliz”!

A través de las diversas secciones, fraccionadas fundamentalmente en once poemas cada una (un homenaje interno a la colección Once de Amargord que edita el poemario); a través, digo, de los diversos “Cuadernos de Lara” (¿Aral en sentido inverso?), de los “11 pecios para un nudo” y del “Cuaderno del vaciado o de cómo eliminar comas y paréntesis”, Sonia Bueno va creando relaciones que surgen, aleatoria o azarosamente, de las palabras: de sus sonidos, de sus morfemas, de sus identidades, de sus semejanzas o contrastes. Todo queda reducido a la palabra, esto es, al significado del que nosotros dotemos, de nuevo, a cada palabra. Así, como cualquier otra,

la distancia no es más que una palabra”

Y por eso aquí, en estas páginas, el lenguaje se transforma en libertad interior y en conquista, en dificultad y en redifinición, en creación de un mundo propio en donde, sin embargo, quienes habitamos somos nosotros y no ella puesto que todo queda sometido a la personal relación de cada quien con el lenguaje. Porque lo que nos propone Sonia Bueno es que juguemos sin reglas con esa estructura espiritual que es el lenguaje, liberándonos de los manidos significados con los que el uso cotidiano esclaviza y reduce a las palabras.  ¿Que dinamitar los significados dentro de los significantes puede volvernos incomprensibles? Así es, desde luego, pero quizá porque nadie se comprende a sí mismo totalmente (“hay algo en el hombre que ignora aun el mismo espíritu que habita dentro de él” – otra vez Agustín de Hipona). Aunque es preciso señalar que existe cierta imposibilidad en la imposibilidad –cierta  imposibilidad de no significar en la imposibilidad de significar– puesto que como nos enseña la fábula de Midas, aquí aplicada como a tantas otras situaciones, el oro del lenguaje transforma en significado todo aquello que toca.

Aral ilustra lo que Antonio Méndez Rubio, quien por cierto firma la nota introductoria, expone en su reciente libro de ensayos Abierto por Obras: “En virtud de la energía magnética que las separa y las une, las palabras se enlazan entonces buscando formas de salir del aislamiento, buscándose unas a otras (…) A través del hacer-poesía (tanto en la escritura como en la lectura) la libertad y la vida aprenden a inventarse de nuevo de un modo microscópico, biopolítico, casi subliminal. La poesía deja aquí de confundirse sin más con la literatura para traspasar los límites del lenguaje estándar, de la gramática, y explorar a ciegas otros vínculos con el mundo”.

Traspasar los límites del lenguaje. Explorar los vínculos.




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