El viejo año termina con las campanadas de la medianoche, pero el año nuevo no da comienzo hasta que la Filarmónica de Viena toca la Marcha Radetzky. Entre ambos momentos se produce un vacío de tiempo, un tiempo precario, un espacio gobernado por un tiempo en funciones, apenas testimonial y sin poder verdadero sobre nosotros, que nos viene a demostrar que la libertad, todavía, es posible; y que nada podría comenzar de nuevo si no nos lo propusiéramos.
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