Se aferraba desesperadamente al arrecife, rodeaba la roca con sus brazos, la arañaba en los embates, luchaba por no retirarse de ese anclaje firme, el único a su alrededor. Pero todo esfuerzo resultaba inútil porque no era el náufrago sino la inmensidad y siempre acababa por hundirse regresando sobre sí misma.
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