I
En las cimas más elevadas el aire es tan puro que cuesta respirar. Con Pobreza, el poemario que cierra un ciclo precedido por Huérfanos aún y Detrás de la casa en ruinas, Víktor Gómez nos hace ascender hasta el lugar desde donde podremos contemplar el vasto panorama de un tiempo, el nuestro, el de hoy, de explotación y de miseria: una visión sobre el dolor -desde el dolor, cargada de dolor- pero acendrada por la ternura, capaz de descubrir el destello del metal noble bajo los amasijos de chatarra. Pero hay que advertir que Víktor Gómez cree ciegamente en el lector, lo eleva a la categoría de poeta, y si queremos ascender con él deberemos responder a su exigencia, dejarnos las uñas y las manos asiendo las palabras y arañando el texto para no caer, deberemos "descoser" el corazón de las miserias y comodidades que nos mantienen adheridos a nuestro egoísmo. Sólo así, desde lo más alto, podremos contemplar cómo "la luz depone su amarga moneda".
II
En Pobreza el lenguaje se tensa hasta romperse, quiebra los diques de contención de la sintaxis y se extiende arrastrando, integrando en sí, omnímodo, cuanto encuentra a su paso, se desborda para decir lo que las estructuras racionales no pueden decir, o no pueden comprender. Y en Pobreza, el silencio adquiere una entidad semejante a la palabra. Sorprende el uso magistral que hace de la cesura, no conforme a las reglas métricas, no como simple medida, sino en un sentido libre y profundo, como verdaderos espacios de silencio en la lectura, simas donde el lector puede insertar su propio aliento. Palabras y silencios, los de este poemario, difíciles, duros, llenos de ira, pero que se abrazan al prójimo -al próximo- amorosamente en su desamparo, invitándolo a "salir de la red" que lo atrapa a la miseria porque "nunca se es tan pobre que no se pueda intentar" (y esto es un poética). Poemas que nos entregan imágenes brillantes incrustadas en un discurso de enorme fuerza, capaces de descubrir la belleza entre las colillas y los excrementos de los parques, entre tumores, secreciones, Bisferol-A, entre náufragos de la inmigración o fríos secretarios judiciales, en "una gramática sucia desveladora mestiza", capaces de alcanzar la lucidez del delirio "a cuarenta y un grados desbordada fiebre". Porque "el poema, si no sangra, se pudre" (y aquí hay también una poética).
Aprieto el puño abro la mano y espolvoreo luz
abro la mano cierro el puño y amaso sombra
III
Un ciclo se cierra con Pobreza, y lo hace acercándose a un umbral a través del cual se vislumbran espacios más amplios, los del amor. Intuimos que el poeta nos llevará, si somos capaces de seguirle, a transitar por un universo luminoso que no es sino el ensanchamiento de lo que dejamos a nuestras espaldas:
yo he convertido
mi tristeza en luz
yo
que solo soy un cuarzo
en tus manos
Digo gracias y sabe quien lo lee que en solo esta palabra hay disenso y a la vez íntima complicidad, nudo de verdad y extrañeza, un frente común: ¡Arriba los que luchan, los que aman, los vivos y su incuestionable necesidad de resucitar de este mundo de muerte y luminosa destrucción!
ResponderEliminarQuerido Carlos, sigo aprendiendo de ti, Poeta
Muy buena pinta, Carlos.
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