lunes, 2 de marzo de 2015





FRACASANDO Y VOLANDO
Jack Gilbert

Todos olvidan que Ícaro también voló.
Lo mismo sucede cuando el amor termina
o fracasa el matrimonio y la gente dice
que sabían que fue un error, que todos
opinaban que no funcionaría. Que ella
ya tenía edad para saberlo. Pero cualquier cosa
digna de hacerse es digna de hacerse fracasando.
Como estar allí junto al océano en verano
al otro extremo de la isla mientras
el amor se iba desvaneciendo en ella, y ardían
las estrellas tan extrañamente aquellas noches que
cualquiera hubiera dicho que no durarían para siempre.
Cada mañana que ella amaneció dormida en mi cama
como una aparición, con su dulzura
de antílope irguiéndose entre la niebla del amanecer.
Cada tarde que la observé volver
atravesando tras el baño el ardiente pedregal,
la luz del mar tras ella y el cielo inmenso
en el trasfondo. Escuchar su charla
mientras comíamos. ¿Cómo pueden decir
que el matrimonio fracasó? Es como aquella gente
que volvió de la Provenza (cuando aún era la Provenza)
diciendo que era hermosa pero la comida resultaba grasa.
Yo creo que Ícaro no estaba fracasando en su caída,
tan sólo llegaba al fin de su triunfo.

(Traducción: C. I )


Poema en versión original: aquí

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Apenas conozco la obra de Jack Gilbert, pero este poema con el que tropecé accidentalmente me conmovió y despertó mi interés por la persona que hay detrás. A pesar de que el poema trasluce una intensa tristeza, en realidad ofrece una visión positiva del matrimonio, incluso cuando fracasa, porque otorga un valor profundo al esfuerzo que alguien pone en la forja de su propia vida y, lo que es más importante, en la forja de la vida de otra persona.

Aunque es arriesgado pretender que todo lo que se lee sobre alguien es cierto, que la persona que se refleja en esas biografías apresuradas de internet es la persona real de carne y hueso, descubrí después que cada fracaso de Gilbert, no sólo en el terreno amoroso, fue un rotundo éxito. Jack Gilbert vivió como un hombre libre en el sentido más honesto y generoso del término, es decir, no en el sentido egoísta -precisamente lo opuesto al amor- de quien hace lo que desea sin importarle las consecuencias que eso tenga en los demás, sino libre por abrazar compromisos fundados en sus principios y asumir las consecuencias. Siempre vivió desligado del afán por ganar dinero o seguridad, ya que volcó su vida en la poesía y no se engañó respecto de lo que eso significaba. Pero al mismo tiempo, fue capaz de publicar poco y de espaciar sus poemarios por largos períodos de tiempo, a veces de hasta veinte años, ya que su exigencia consigo mismo era inmensamente superior a la que pudieran oponerle los editores o los lectores.

Pero sobre todo fue un hombre que supo amar, que amó incluso en sus renuncias. Alguien que fue capaz de alejarse para siempre de la mujer que amaba al ser consciente de que no podría ofrecerle la felicidad que merecía. Y alguien que después perdió al gran amor de su vida, el que inspiró la mayor parte de sus poemas, arrebatado por la muerte cuando ella apenas contaba con treinta y seis años. Jamás volvió a casarse. Nunca pudo olvidarla.

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