miércoles, 12 de junio de 2019

Dime Lo, de Mónica Francés




Dime Lo, de Mónica Francés, es un poemario de enorme versatilidad conceptual y flexibilidad lingüística. Con un gran dominio de su propio mundo interior, la poeta crea fábulas, articula discursos e interpela al lector partiendo de hechos cotidianos, o de pensamientos comunes, en los que un elemento poético ya presente pero inadvertido crece hasta convertirse en absoluto. Sucede de igual modo con el lenguaje: partiendo de las reglas de la sintaxis, el juego del poema la fuerza hasta desbordarla y sobrepasar los estrechos límites de la convención, en una ruptura necesaria para adaptarse a una visión imaginativa que supera lo físicamente real, es decir, para captar esa otra realidad, la íntima, que se halla presente aunque oculta bajo la apariencia. Así, por ejemplo, se encabalgan no versos, sino significados, descoyuntando la coherencia de la frase para darle dos lecturas simultáneas; o se insertan preposiciones que fuerzan, como palancas, el sentido de la palabra a la que acompañan para elevarla; o una palabra –nada, al modo del ninguno de Ulises– va transmutando su significado, con leves matices, de verso en verso hasta abrir un abanico de posibilidades; o un pronombre, en uso de su libertad individual, decide ubicarse en un lugar que desconcierta a la gramática.

La poeta crea fábulas. Articula discursos. Nos interpela. Modifica, incluso visualmente, la línea (¿qué nos obliga a mantenerla recta, o a utilizar siempre la página en vertical?). No busquemos realismo en este poemario, pero estemos dispuestos a encontrar en él una realidad. La realidad de una mujer que guarda una gota de lluvia en el pecho, justo antes de que se desplome... ¿de que se desplome quién, la mujer, la lluvia, ambas? La realidad de un mundo que se observa con el oído. La de un un ser pequeño que porta, feliz, la pancarta que proclama su pequeñez, elevada a revelación.

Hay algo que decir: algo que se le exige imperiosamente a la poeta desde el exterior, pero algo que ella desea también escuchar desde dentro de sí misma. En ese "Lo", en ese imperativo "dime-lo" que rompe la dicción enclítica, descansa la clave y el misterio de esta obra. "Lo" es, de alguna manera, un pronombre en cuya profundidad un significado grande queda oculto, y a la vez una piedra angular sobre la que se sustenta una proyección vital que opera desde la palabra. La escritura hace emerger de tal modo lo interior a la supeficie de lo visible que la poeta no nos da a leer su alma sino, según llega a confesarnos en determinado momento, su propio cuerpo. Percibimos que, en el discurrir de este poemario, bajo su torrencial juego del lenguaje, se oculta otro juego, el de la identidad –Yo, Otro, Uno–, muy serio y muy profundo. Una búsqueda, bajo "el gobierno del sueño", en el que "es a veces la belleza inesperada/quien se ajusta precisa/ a la equivocación".

C. I

Postdata: Al margen de la lectura de este poemario, pero tomándola como ocasión, creo que es de justicia agradecer la labor que la editorial Amargord realiza a través de la colección Once, dirigida por Víktor Gómez y por Javier Gil. Gracias a ella los lectores gozamos de acceso a poéticas distintas, más arriesgadas e innovadoras que aquellas que –también muy meritorias e interesantes, pero más conservadoras en lo formal– encontramos de forma casi dominante en los estantes de las librerías.

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