lunes, 5 de junio de 2017

Mediodía, de Víktor Gómez





I

Víktor Gómez puede vivir en los huecos. Cultiva, con una escritura que al tiempo que ejercicio intelectual es itinerario de vida, una ausencia: una desaparición de sí mismo para dejar espacio al otro, a los otros, al prójimo. En esto el poeta, como su libro, es extremadamente generoso. Y quizá por eso haya ido modulando a lo largo de su sólida trayectoria poética una voz muy personal cuya característica más acusada para quien esto escribe –y ya señalaba en la reseña a uno de sus libros anteriores, Pobreza– es la cesura: esas aberturas de silencio entre unos versos que, dispuestos horizontalmente, se suman unos a otros formando muros de resistencia. Pero la desaparición que Víktor Gómez se impone a sí mismo, la ausencia en la que se adentra, no surge en él como concepto negativo de pérdida o de abandono, sino como cesión generosa y necesaria para proveer a los demás de un espacio en el que puedan ser. Ausencia como eliminación de los conflictos, de los egoísmos, de los obstáculos y de las rémoras que impiden un futuro más pleno y luminoso.

II

Mediodía está concebido –aunque el trabajo exigente sobre el lenguaje y la forma lo enmascare– como un panfleto político, algo que el autor reconoce sin ambages ("con este panfleto evidencio...", nos dice en cierto momento). Y esta circunstancia, lejos de rebajar su calidad, lo alza a la categoría de los textos programáticos que apuntalan una lucha. Panfleto político, pues, en ese sentido originario de documento de denuncia y de llamada al cambio en la tradición más honda de los intelectuales comprometidos que aspiran a despertar la conciencia cívica. Pero el poemario, debemos advertirlo, plantea la lectura como un reto. Hemos dicho ya que el trabajo sobre el estilo es exigente, adivinamos que extenuante incluso para el poeta, pero en absoluto es complaciente con el lector. El lenguaje se acera en lo misterioso, se templa en una ardua sintaxis cuya complejidad no es gratuita ya que crea la forma necesaria para engastar en ella imágenes poderosas, ráfagas deslumbrantes de pensamiento, brillos de ternura que se extraen de las profundidades del antelenguaje porque no pertenecen a ningún idioma.

III

Las citas y las intertextualidades que el poeta ubica cuidadosamente en Mediodía constituyen nervaduras secretas de los motivos que sustentan la arquitectura de este largo poema fraccionario. Así, en uno de los poemas más esclarecedores Víktor Gómez nos participa un pensamiento de Rocío Silva que, apenas leído, nos transmite la certeza de que ha sido hondamente interiorizado por él: "el hombre más pobre del mundo es una mujer". Caemos entonces en la cuenta de que Mediodía mantiene un íntimo diálogo con la feminidad como fuerza salvífica del mundo, secularmente subyugada, y de que todo el poemario hace "morada en los alfabetos de las niñas sin pistola // de los niños sin corona". Pero llevando más allá las consecuencias, descubre que ese –llamémosle así– pecado original extiende la pobreza moral del mundo a los niños, a los ancianos, a los inmigrantes, a los desposeídos, a esos "cuerpos ahogados en las orillas de Europa".

IV

Mediodía es una incisión violenta de luz cenital sobre las oscuridades y sobre las penumbras de un sistema que oprime a aquellos que no entran en la lógica economicista o de poder. A aquellos que el Papa Francisco, y aquí la cita es mía, ha calificado como víctimas de la sociedad del descarte.

A través de esas imágenes poderosas y tiernas, profundas y a veces de gran dureza, se van destruyendo por la vía de la humana emoción los falsos presupuestos de lo inhumano y se despierta una conciencia adormecida por la adaptación al medio, que no es más que la adaptación del miedo, ese recurso básico de supervivencia. Pero todo el poemario no deja de ser un balbuceo tratando de expresar algo inefable, lo que en absoluto es un fracaso porque, como dice el que a mi juicio es uno de sus versos capitales, "el peso del mundo se sostiene por la sustancia de lo indecible". Y la sustancia, por definición, no es un accidente. Toda gran poesía surge de la impotencia de decir lo que más hondamente se siente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario