viernes, 4 de septiembre de 2015
Querido Kinnaird:
Respecto de las objeciones que opones a mi anterior poema, acepto la primera con ciertas reservas, y paso a corregir el verso:
Qué velo tan leve
el cuerpo
Es cierto, como señalas, que "frágil" sugiere algo que puede romperse fragmentándose en pedazos, y ese adjetivo no se aplica del todo bien a un velo que, en todo caso, es más propio que se rasgue, aunque también sea un modo de rotura; desde luego "leve" resulta más apropiado para el poco peso, para la extrema finura, casi transparencia, de esa tela. La duda se me planteó desde el principio, pero al optar por "frágil" obviamente pensaba en el cuerpo, no en el velo, y que ese tipo de metáforas constituyen en realidad una especie de metonimia (que me perdonen los puristas), traspasando las cualidades del objeto significado al objeto significante, en lo que reside gran parte de su efectividad como recurso. Además, y quizá esto sea lo que me decidió por la opción anterior, "leve" y "velo" crean una aliteración, y dudo de que en este poema eso sea una virtud.
No puedo estar de acuerdo, sin embargo, en la segunda, porque en ese caso no hubiera escrito el poema, o mejor dicho, hubiera escrito otro poema en todo diferente. La desaparición que sobreviene después de ser es por completo distinta a la inexistencia previa. Hace casi dos siglos de tu muerte, y te sigo escribiendo. Tu nombre aún significa algo. El verbo ser no se conjuga sólo en presente, y haber sido marca toda una diferencia con la nada.
Siempre tuyo, etc., etc.
C. I
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